Fue nuestro poeta. Yo
deseé durante años tener sus poesías completas, y él, porque me amaba, recorrió
librerías y mercados de libros usados para encontrarlas. No desfalleció hasta
que la editorial le confirmó que estaban totalmente agotadas. Me regaló una
antología con cd incluido donde recitaba el propio autor. Me escribió una carta
donde confesaba que Neruda le acompañó sonriendo en su incansable búsqueda de enamorado.
Cuando nos mudamos a
Chile, uno de mis grandes sueños era poder conocer y visitar los lugares por
los que un día transitó Neruda.
Pero la vida transcurre
con mayor naturalidad de lo previsto y los sueños se tiñen de experiencias
cotidianas que los transforman y enriquecen.
El “Venezia”, aquella
"picá" donde el poeta acudía a menudo, recomendado en las guías turísticas,
se transformó en el lugar donde comer a diario cerca del trabajo menús económicos
y sabrosos muy bien acompañada. Y las risas de Silvana, Coty, Mariano, Alex ,
Marcela e Ingrid son más dueños, en mi memoria, de aquel local que Neruda.
Porque no hay sueño poético que sobreviva a dosis altas de amistad, complicidades,
risas y buenos momentos. Mis amigos y los abundantes y caseros platos que
disfrutamos allá se apoderaron de aquel espacio. Si regresara algún día, el
poeta relegado me observaría añorando la presencia de mis amigos/as.
La casa del poeta en isla
negra ya nunca más será su casa en mi memoria. Isla negra se convirtió en una
comida estupenda, a base de pescado, buen vino, buena conversa y buena compañía,
con Marcela y Jano, en un fin de semana fantástico que perdura en mí con más
fuerza que la casa. Atesoro el recuerdo de aquella casa única y aquellas vistas
marinas privilegiadas, pero guardo en el corazón tantas risas y complicidades
compartidas aquel fin de semana.
Neruda, que vivió y viajó,
seguro entendería que ningún lugar despoblado de vivencias merece ser
recordado, por muy bonito que sea. Posiblemente sonreiría satisfecho al saber
el gran significado que tienen sus lugares ahora para mí. Quizás si volviera a
ellos se tomaría un buen vino chileno con nosotros/as, contagiándose de nuestra
risa. Podríamos brindar por los/as amigos/as que convierten cualquier rincón en
un lugar especial.