
Hoy es el cumpleaños de una amiga muy especial. Tengo la fortuna de haberla tenido muchos años cerca. Llegó a mi vida siendo casi una niña, y siempre tuvo esa fuerza en el corazón y ese brillo en la mirada. “Quiero ayudar” –dijo.
Creo que nos entendimos y que la quise desde el primer minuto que la vi. Esas conexiones se dan a veces aunque no se puedan explicar. Era tan vital, espabilada, despierta y auténtica que no pasaba desapercibida. Era una voluntaria todoterreno, y fue una de las personas que permitió convertir una utopía en una realidad en la ciudad. Si la solidaridad y generosidad tuvieran un rostro sería el suyo. Peleó en aquella asociación que construimos a golpe de entusiasmo dando la mejor de ella misma.
Leal, constante, bondadosa, auténtica responsable, y valiente. Presente sin excusas. La acompañaba a su casa por las noches tras las actividades, no me quedaba tranquila hasta que no la veía entrar en el portal, llamaba a sus padres para pedirles permiso cuando las cosas se retrasaban. Me consta que crecía “Ya no hace falta que me acompañes” –Decía- “Para mi serás siempre mi niña, me quedo más tranquila”. Y ahora viene a verme ella a mí en moto a donde esté. Guardé como oro aquellos primeros pósters donde ella se atrevió a soñar, empezó a hacer trabajos sobre solidaridad reflejando lo mucho que aprendía. El mundo se abría para ella y ella estaba preparada para recibirlo todo. Y yo babeaba orgullosa todo el tiempo por cómo era, por cómo vivía, por como aprendía y por cómo crecía. Era tan vital y entusiasta que me tenía encandilada. Era todo tan agradable y sencillo cuando ella estaba cerca. En mesas informativas tenía un desparpajo increíble, y contagiaba alegría en las actividades que organizábamos con la tercera edad, bailaba pasodoble con la misma naturalidad, gracia y simpatía que si aquellos ancianos hubieran sido jóvenes y atractivos. Ni un mal gesto, ni una queja, siempre dándolo todo y disfrutando de lo que hacía en cada momento. Lo mismo colocaba mesas y sillas, que saludaba a la gente, hacía feliz y ya era feliz, no necesitaba brillos de discotecas ultramodernas para sentirse especial. Recuerdo las risas que nos pegábamos bailando aquellos pasodobles intergeneracionales en la calle y sin importar que nadie lo entienda, sé que fuimos felices, y que hicimos a mucha gente feliz. No es cierto que todo el mundo sea sustituible, ella no lo era. Creía como yo en lo que hacíamos, y nadie nos quitará aquellos sueños que compartimos juntas. Ella y el resto de voluntarios/as dieron sentido a tantos esfuerzos y obstáculos vencidos. Y desde entonces siempre la vi arremangarse por todos y todo lo que hiciera falta. Siempre desprendida y generosa. No le importa demasiado el tener, sino el ser, viajar, experimentar, sentir y vivir.
Crecer profesionalmente implicaba alejarme de ella y del resto de mis “niñ@s”, y fue sin duda la decisión más dura que tuve que tomar nunca. Pero como tantas veces, me
entendieron también aquella vez.
A pesar de cambios de trabajo y de país nunca nos distanciamos, las distancias físicas nunca hicieron mella en el cariño y en la confianza. Recibí siempre sus hermosas cartas, en una época tecnológica llegaban por correo postal sobres y cartas delicadas y especiales como ella. Cartas de hermosos papeles, escogidos con mimo, con letras llenas de luchas, esperanzas, confidencias, honestidad y valor. Levantándose una y otra vez frente a las tormentas, nunca dejaba de admirarme. Ella sabe cuanto la quiero, que será siempre mi niña, aunque ya haya crecido, y que tendrá mi abrazo y mi corazón siempre que los necesite. Se convirtió en una mujer madura, fuerte e interesante. Mantiene aquella valentía y energía que tenía de pequeña, aquel brillo y honestidad, aquel entusiasmo y positivismo, pero ha viajado, aprendido, reflexionado, madurado y crecido en todos los sentidos. Tuve el privilegio de ver como iba descubriendo todo aquello que yo siempre vi en ella. Encontró en la enfermería un trabajo vocacional donde volcar todo su corazón, y en los animales abandonados un lugar donde volcar toda su generosidad. Y en los viajes y en las personas un lugar donde aprender. Y en la pastelería un lugar donde crear. Y encontró el amor. Pero sobre todas las cosas, se encontró a ella misma, y ese fue sin duda su mayor hallazgo. Imagino que se me nota demasiado, pero sigo estando muy orgullosa de ella. Mi amiga. Mi niña. Felicidades en tu día. Gracias por estar en mi vida y por lo mucho que nos queda por compartir. Te quiero.