sábado, 25 de febrero de 2012

INDIGNACIÓN Y TRANSFORMACIÓN



Hace años, cuando hablabas de pobreza, de desigualdad….había gente que te miraba cómo si habitaras en algún planeta distinto y hablaras de algún mundo lejano poblado por seres extraños. Como si tu lucha fuera fruto de un capricho o de algún tipo de rareza, y no de una necesidad.
Hoy, por desgracia, la crisis ha hecho que una gran multitud de gente en España conozca muy de cerca la sensación de sentirse vulnerables y la precariedad. Los recortes sanitarios, los despidos masivos, la precariedad laboral, las cargas hipotecarias que no pueden asumirse, los desahucios… han hecho que ese otro mundo aparentemente lejano forme parte de nuestro mundo cercano. Es difícil ahora no tener un vecino/a, amigo/a, conocido/a o uno/a mismo en situación precaria y en necesidad como mínimo de ajustarse el cinturón y sobrellevar este bache con renuncias y ajustes, cuando no de asumir cambios importantes.
Frente a esta crisis masiva, nos podríamos haber deprimido y rendido, y motivos no faltan. Y sin embargo, ha habido una ola de indignación bastante generalizada, acompañada o no de actos, por sentir que nos desproveen de todos aquellos derechos que considerábamos básicos. Me parece que todo este sentimiento de indignación, y todas sus acciones asociadas, son un signo de salud democrática importante. Participar no es votar una vez al año únicamente, sino también opinar cuando el que votamos (o al que no votamos) nos dirigen y toman decisiones inadecuadas. La capacidad de incidencia que tenemos, cuando nos organizamos y participamos, es mucho más alta de lo que creemos. La presión social es necesaria para que los que concentran la toma de decisiones y el poder económico se sientan cuestionados y obligados a pensar y actuar no sólo en nombre de sus propios intereses, y de las élites políticas y económicas cercanas, sino en nombre de toda la población, principalmente de las personas más vulnerables. Pero me parece que debemos aprovechar esa indignación para la transformación. Tenemos todo el derecho del mundo a estar indignados/as, pero no es suficiente. Porque si conformarse o no cuestionar las cosas no sirve de nada, sólo indignarse no sirve de mucho. Hay que aprovechar la indignación para actuar y transformar todo lo que nos parece indignante. Porque algunas cosas no dependen de nosotros/as pero hay muchas cosas que si. Y criticar y quejarse es un derecho y una herramienta, pero mientras nos quejamos, podemos en paralelo aportar nuestro granito de arena para construir un trocito de mundo del que podamos sentirnos orgullosos/as.

5 comentarios:

  1. Me alegro que pienses y hagas las cosas no como la malloria que pensamos mucho y no hacemos nada es importante en la vida personas guapas por fuera y por dentro no cambies no cambies no cambies nunca eres muy importante. Para mucha gente.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo, pensar mucho ya es importante, es el primer paso para actuar. Y no hace falta hacer grandes cosas, sino cosas cotidianas. Gracias por tus palabras, pero todos somos importantes, todos somos importantes para mucha gente :-)

    ResponderEliminar