sábado, 18 de febrero de 2012

Reconciliada con la vida




Es cierto que a ratos me desanimo con la maldad de algunas personas, pero a ratos hay algunas personas que me hacen recuperar la fe.

Del primer grupo sólo hay que encender la tele o leer la prensa para ver que el mundo está plagado. Pero los del segundo grupo, que son los que hacen que el mundo sea un lugar digno para vivir, suelen pasar desapercibidos.

Esta semana conocí a alguien del segundo grupo, un señor jubilado voluntario, con una tarea discreta, constante, y necesaria: repartición de alimentos y ropa a familias necesitadas. Pero más que su tarea, me impresionó la forma en cómo la desarrollaba. Sin recursos económicos, recuperando un hierro aquí, y una madera allá de la calle, construyó “El Corte Inglés” local, un espacio donde todo está organizado, colgado, colocado… Y aquello no parecía un almacén de ropa
destartalado, sino una tienda construida y cuidada con cariño y atención. Desde aquí mi agradecimiento y admiración, mi absoluto respeto, a este señor y a todas las personas que construyen calladamente en la vida de los otros, sin focos, sin egos, sin fama, sin reconocimientos, sin superioridad… que siembran con sencillez y naturalidad, con actitud positiva y espíritu constructivo, y que lo hacen dotando de dignidad sus actos. Porque el dar con dignidad hace
digno al que recibe.

Tengo dos experiencias que me vinieron a la memoria esta semana al conocerle. Un pasaje de un libro, que leí hace años, donde un médico vestía ropas limpias y de buen tejido para atender a sus pacientes pobres. Y alguien le preguntó el por qué, y él dijo que uno no debía vestir en función del dinero que tenía el paciente, sino en función del respeto que le merecía.

Y hace muchos años, en Nicaragua, en una comunidad con pocos recursos, invitada a una fiesta de cumpleaños iba a llevar unos tejanos y una camiseta, y alguien me dijo:
“Nosotros no tenemos mucho, pero nos ponemos lo mejor que tenemos” Y mostré mis pertenencias y seleccionaron un sencillo pero bonito vestido azul de algodón, comprado en una parada ambulante, y que fue mi “vestido de fiesta” en todas las celebraciones a las que me invitaron desde aquel momento.

Es valioso ofrecer y mostrarse, dar y darse, con todo el respeto que merece el que recibe, y no olvidar que la solidaridad es una puerta giratoria, y que uno puede estar en un lado hoy y en otro mañana. Y recordar que las buenas personas están en ambos lados.

4 comentarios:

  1. Tu eres una persona que hace que ese segundo grupo de gente sea un poco mas grande. Y lo haces cada dia del mundo!
    Todo mi respeto para ti tambien, que tratas a todo el mundo con tus mejores ropas.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, anónimo, por tus generosas palabras. Bienvenido/a al blog!

    ResponderEliminar
  3. Bonito texto, dan ganas de hacerse buena persona.

    ResponderEliminar
  4. JAJA Llegamos tarde, Padrino. Pregunté y hay plazas limitadas, y los requisitos son muchos... Tendremos que conformarnos con ser como somos jaja.

    ResponderEliminar