La semana pasada tuve un día agotador. De esos días que te los pasas corriendo
entre estaciones de metro para llegar a tiempo a uno y otro lugar, y que estás
deseando llegar a casa y ponerte cómoda y calentita... Tan exhausta (o empanada)
iba que me bajé una parada antes de la que me tocaba para llegar a casa. ¿A
quien no le ha pasado alguna vez algo así?. El hecho es que al ser un error no
veía justo volver a pagar, pero tampoco veía correcto colarme. Así que como no
había nadie en la estación fui al interfono de información a explicar el caso
para que me abrieran y me dejaran pasar de nuevo. Pensé que alguien pulsaría un
botoncito desde la oficina, la puerta se abriría, y mi conciencia y mi bolsillo
seguirían viajando intocables. Al fin y al cabo esta gente tiene cámaras por
todos lados ¿no?. Pero no iba a ser tan sencillo.
La señora que me atendió me echó la bronca y se despachó agusto conmigo.
Primero me preguntó con tono desconfiado que cuanto tiempo llevaba fuera. Igual
creía que había ido a tomarme un cafecito con los amigas y ahora trataba de no
pagar el viaje de vuelta a casa. Le dije que llevaba fuera un minuto y que podía
comprobarlo en mi billete. Luego me explicó que cada estación tiene un letrero
con un nombre distinto y que si aún así me bajo en una estación equivocada eso
es responsabilidad mía. (Lo del letrero con el nombre no sé si tenía retintín o
no pero a mi pareció que me trataba como si fuera idiota). Claro que sé que cada
estación tiene un nombre distinto, llevo años viajando en metro, y si todas las
estaciones se llamaran igual sería francamente complicado moverse en metro.
¿no?. Me dijo que habría que evaluar el caso, tratando de desmotivarme, que me
rindiera y que pagara. Pero es justo en ese momento cuando mi cansancio empezó a
desaparecer y me empezó a hervir la sangre. Le dije que está bien, que enviara a
alguien a sopesar el caso, que yo esperaba. Aquí tuve dudas sobre si enviarían
personal del metro, o juez y jurado popular, del tono tan grave que le daba esta
señora a dejarme pasar de nuevo. Le pilló desprevenida mi constancia, pero
insistió en tratar de desmoralizarme, me dijo que tendría que enviar a alguien
de otra estación, que estaba lejos, y que podría tener que esperar un buen rato.
Le dije que esperaría el tiempo que fuera nesario, ya dispuestísima a pasar la
noche y la semana en la estación si hubiera sido preciso para no dejarme
avasallar. Me consultó nuevamente si iba a estar ahí cuando viniera la persona
que ella enviara. La verdad es que me cuesta recordar cuanto tiempo hace desde
la última vez que toqué un timbre y salí huyendo. ¿Debe hacer 30 años?.
Intentando ya no perder la paciencia (cuando me pongo borde soy muy borde) le
dije nuevamente que esperaría el tiempo que fuera necesario. Lo más curioso es
que mientras yo negociaba con esta señora del interfono volver a pasar con mi
billete, a mi espalda en la estación, bien enfocaditos con las cámaras, no
dejaban de colarse chicos saltando sin pagar. Pero nadie reaccionaba frente a
eso. Ni la mujer del interforno, ni guardia ni personal de la estación que no
había. A punto estuve de decirle a la buena señora si podía dejar de penalizar a
la única persona honrada en esa estación en esa franja horaria. No esperaba una
medalla por dirigirme al interfono y contar la verdad en vez de saltar, pero
vaya, tampoco esperaba este interrogatorio y echar la noche conversando con
ella. Total, estaba a una estación de metro de casa, hubiera acabado antes
saliendo a la calle y volviendo caminando. Me esperé un rato y acabaron viniendo
dos trabajadores del metro, uno por casualidad, y otro "el convocado"
oficialmente, que no estaba tan lejos como la voz desagradable del interfono me
quería hacer creer. Y por fin les explico el caso, esperando cierta complicidad
por haberles respetado y esperado, y me dicen que vaya chorrada el haber llamado
para eso, que otra vez que me pase que me cuele y ya está. Que eso era una
tontería, y que teniendo el billete pagado, se vuelve a entrar y punto. Me
miraron con una cara de "¿para esta gilipollez nos jodes el descanso?". Al final
la señora del interfono estaba ofendida, y estos dos caballeros también. Vamos,
que me abrieron la puerta y volví con el mismo billete, pero con la sensación de
que lo que había hecho estaba casi peor que colarse. Que estaba molestando a
todo el mundo, vaya. Y hasta me sembraron la duda. ¿Hubiera sido mejor colarse
con un saltito? La honradez es importante, si, pero siempre que no interfiera en
el descanso de los trabajadores, parece.