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Empecé a escribir esta entrada antes de saber que si Amelie se decide y escribe una con el mismo título me ganaría por goleada y todos los lectores se irían en bloque con ella. Lo asumo, esto es una entrada, en ese sentido, de segunda categoría. No sólo es basada en
una experiencia personal, sino que hay otra experiencia personal en la familia francamente mejor que la mía. Pero visto que Amelie se lanza con frases cortas y por
capítulos sobre su relación con la tecnología (y que conste que una postiza nos chivó que las frases piropos a la tita guapa son creación de DanielSan en período de pruebas, y no suyas, ejem,ejem).
Así que me lanzo con la entrada “la tecnología y yo”. Y si alguien se pregunta ¿esto da para una entrada? El padrino, con información empírica, podría contestarles: “En este caso da para un libro”.
Alguien, cuando yo tenía 13 años, tuvo la brillante idea de inocularme con el miedo y me dijo seriamente y mirándome a los ojos: “En el futuro (así dijo, en el futuro, sin concretar semanas o décadas), quien no sepa utilizar un ordenador, será un analfabeto funcional, ser analfabeto tecnológico será como no saber leer ni escribir”. Y yo que no suelo creer a todo el mundo, ni suelo asustarme por demasiadas cosas, quedé impactada. Sentí que haber perdido 8 años cursando E.G.B, aprendiendo mucho más que a leer y escribir, era demasiado esfuerzo para convertirme en analfabeta, y como tengo un sentido práctico muy desarrollado, con mis 13 años me dirigí a una academia a apuntarme a aprender MS-DOS y a un curso de mecanografía. Todo básicamente para que mi titulo del graduado no fuera papel mojado. A partir de ahí la profecía se cumplió: El
futuro y mi futuro estuvo plagado de tecnología.
La tecnología y yo tenemos un matrimonio de conveniencia. Llevamos juntas muchos años. Reconozco que en muchas cosas me hace la vida más fácil y es útil su presencia, pero con ella me
cuesta mucho todo. Digamos que no acabamos de entendernos. Las cosas para decirlo simplemente, no fluyen entre nosotras. Hace años me hubiera divorciado de ella por diferencias irreconciliables, pero asumí que debo convivir a su lado por mucho tiempo, valorando lo que me ofrece, a pesar de que me pone muchas veces de los nervios, tolerando que se pone tonta conmigo muy a menudo, sus cambios continuados, su tendencia a no dejarse conocer del todo nunca, y convertirse en otra cuando creo que conectamos. Pasamos por períodos relativamente estables y serenos, donde trato que no note ni presencia para que nada falle. Pero cualquier elemento externo, cualquier cambio la desestabiliza a veces. No la veo clara en sus mensajes ni en su forma de comunicarse, no sé como llegar a ella. Lo peor no es que las cosas vayan mal, lo peor es no saber qué le pasa, o no saber qué hacer exactamente para que todo vaya bien entre nosotras. A veces es tremendamente egoísta, y sabiendo que la necesito, me abandona o falla en momentos donde su presencia es imprescindible. La impresora no funciona el día que hay que entregar un proyecto, la señal de internet no va el día que finaliza el período de matrículas virtuales de mis alumnos… Es cualquier cosa menos oportuna.
Si la cosa se pone grave, o hay que hacerle algún cuidado especial, el Padrino hace de asesor, mediador, y me enseña a cómo acercarme a ella para que podamos reencontrarnos. En esta relación El Padrino es fundamental. La escucha, hace pruebas, la conoce, no pierde la paciencia, ni con ella ni conmigo. Aparece en las urgencias, y a veces, sin nada grave de por medio pregunta “¿Cómo va todo?” ¿Funciona todo bien?”. Él es como el mago, ángel guardián, o médico de guardia, aparece y todo funciona, ella se ilumina, se deja hacer, hasta me parece que sonríe…la tecnología y El Padrino son aliados naturales hace años, eso todo el mundo lo sabe. Su palabra para mí, en este tema, es como la Biblia, no necesito nunca una segunda opinión.
Baste algunos ejemplos de mi torpeza tecnológica saber que tardé más tiempo que nadie en tener un móvil y en hacer compras por internet, y hace sólo unas semanas que me di de alta en facebook. No llevo internet en el móvil, no sé bajarme mi propia música, y cualquier gestión tecnológica me parece un mundo. No tengo MP3 ni MP4 ni MP5? ¿Por donde van? esto es como Rocky, me pierdo. No me interesa que Windows mejore, quiero conocer todas las funciones y que no cambien nunca. Si me funciona bien, no me importa quedarme desfasada ni no estar a la última. No hago copias de seguridad de nada hasta que todo revienta y no hay más remedio. He pasado años sin televisión ni video ni DVD. No sé donde guardé las fotos de los viajes (en algún pen, en algún CD, en el escritorio…no sé…). Nunca tengo un cargador a mano cuando se me agotan las pilas…Siempre me sobran cables que no tengo ni remota idea de para qué son… y que guardo en una caja por si El Padrino (que los conoce) los necesita. Es tanto lo que desconozco que cada semana aprendo dos o tres cosas nuevas. Leerme manuales de cualquier cosa, aunque sea una cámara fotográfica, o un marco de fotos digital, está entre las tareas más arduas para mi. Mi lista de pendientes está siempre llena de ese tipo de cosas, y siempre encuentro otras más prioritarias o urgentes que relegan a las tareas tecnológicas.
Cuando organizo una fiesta en casa y alguien pregunta “¿llevamos comida o bebida?” Yo pido que traigan música. La gente piensa que pierdo porque la música no cuesta dinero, pero me cuesta mucho menos comprar y cocinar que conseguir música en internet. Un recopilatorio de música de mis autores favoritos (en pen o en CD) es uno de los mejores regalos que se me puede hacer, y no es broma. En mi caso, es de esas cosas que el dinero no puede comprar.
Pero a pesar de todo esto… no sólo en mí, sino en toda la familia Sancho, creo que se están dando algunos cambios relevantes en tecnología, que para no alargarme, contaré en la próxima entrada.
Es agradable saber que uno sirve para algo, tenía mis dudas.
ResponderEliminarMuchas gracias.
JAJAJA. Sirves para muchas cosas. Pero en temas tecnológicos eras la repera!!! JAJA.
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